Él tocó mis rodillas puntiagudas.
Estaba acostada en el sofá, temblando aunque la atmósfera era tropical.
Hasta ahí, había sido estatua y blanca pero sus manos, frescas acuarelas, me pintaron. Su índice se columpiaba sobre mi epidermis mientras que un espiral era perfecto para evitar la monotonía. Todo era tan dulce que tenía la sensación de que una procesión de hormigas me recorría en busca de miel. Me generaban cierto escalofrío y cuando me disponía a quitarlas, nuestras manos se entrelazaban y olvidaba la inquietud.
“Para encontrar a la verdadera persona tendrás que ir a las raíces.”
Él gravitaba y yo era tierra...
2 comentarios:
Éste es el resultado, partiendo de una frase otorgada casi por azar.
Muy lindo escrito!
Actualicé mi blog, pero no con escritos mios. Todo lleva su tiempo.
Beso
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