"...en todo caso, había un solo túnel,
oscuro y solitario: el mío."
("El túnel" - E. Sabato)
Caminé cinco pasos y la vi estirada sobre el piso. Supe que ya la conocía pero, por primera vez, me detuve a observarla. Tuve miedo de lo que no vi. Quise deshacerme de ella y me amputé los pies. Caí de frente, llorando de dolor. Seguía perpetua y conquistadora abajo mío. Gritando, me arrastré para extirparla. No paré hasta arrancarme la piel. Materialmente estaba desintegrada y ya no sufría. Le pegué con los puños resecos mientras me estallaba la garganta. Aún estaba lejos. Con el último impulso nervioso me arranqué una costilla y se la atravesé en el estómago. La dejé sin aire y me di vuelta con la desidia agravada. Había logrado mi objetivo y me creía libre. Tristemente, ella notó que no era así.
Sentí un pinchazo mortal, salvaje y cruel. Cuando entreabrí los ojos pude verla encima de mí. Cerca como nunca antes. Compartiendo el hueso que nos aniquiló.