lunes

...

El viento envuelve la agonía de un nuevo día.
Tus dientes mastican mi gris anímico.
Tu lengua lame mis matices emocionales.
La erosión mental destruye el azar.

Cuando las ganas son sólo una parte
del todo que impide el encuentro.
Esta mañana ayune tu ausencia sentimental.
Tu mirada no me encuentra en la tormenta.

El manantial existencial sacude tu cabeza,
desgasta mi paciencia, serpentea, nos rodea.
Perdimos pertenencia.
No hay compasión por el sentir ajeno.

Instantes reprimidos en el letargo pensado.
Pulsiones negativas dominan.
Búsqueda de emociones tácitas.
La negación a una realidad inevitable.

Fugaz disolución del deseo corporal.
La contaminación sensorial puede más.

sábado

Nota

Este espacio ha sido gratificado bajo la denominación: “Dos murciélagos”.
Toda sugestión al respecto como así también nudos mentales ocasionados quedan exentos de cualquier responsabilidad premeditada.
Se pretende demostrar que el sitio no guarda dependencia alguna con la compañía etérea portadora de dichas dos palabras.
Asimismo, cabe aclarar que quien escribe cuenta con el aval necesario para continuar por el camino escogido… “porque, más o menos, vamos hacia el mismo lugar”


Cuando la compañía abandone su condición de imagen acústica, tal vez esta pared se convierta en mar… o, quizás, ya no exista…

domingo

Hemisferio derecho: parte izquierda


(El siguiente texto ha sido
basado en un hecho metafísico)



Y ante la imposibilidad de mover, con total desparpajo, mi mano derecha (que se encontraba con una reiterada distensión de ligamentos en el pulgar), la manipulación de objetos quedaba a cargo de la extremidad superior opuesta, es decir, mi mano izquierda.
Ahora bien, la problemática yace en que, al poseer una naturaleza diestra, se acrecienta la exigencia hacia el desempeño del sector “zurdo” de mi cuerpo, el cual, desacostumbrado a ejecutar el papel protagónico, en ocasiones, no resulta del todo eficiente.
Y, casualmente (¿o causalmente?), éste es el caso…
Luego de someter a mi dedo herido al doloroso (hay que padecerlo para saber a que me refiero) contacto con el hielo, me dirigí a la cocina a enjuagar el plato hondo donde se encontraban los cubos helados.
Y ahí fue cuando, en instantes, ocurrió lo sorpresivo e impactante…
Cerré la canilla (con la puntita del índice derecho, si lo que se busca es precisión), mi mano izquierda tomó el plato (vale recordar que era hondo) y lo colocó en el seca platos blanco, dispuesto a tenerlo de huésped hasta que sobreviva al otoño húmedo o, cotidianamente hablando, se seque.
Y… entonces pasó… fueron milésimas de segundos…
El plato se resbaló a través del “espacio lateral” (el término “orificio”, remontaba a una imagen sensorial más pequeña) que posee el seca platos y cayó rápidamente sobre el tacho de residuos. Lógicamente, el impacto hizo que realice un “tambaleo desprolijo” y que seguidamente, continuara su ritual. Ésta vez, “como quien no quiere la cosa”, se dirigió al piso y al instante de percibir su contacto, produjo un destello sonoro que provocó su ruptura.
Y finalmente, ante el acontecimiento suscitado, surge en mí un interrogante: ¿por qué no impedí el desenlace final?... ¿fue mera distracción o “la estructura de vidrio”, encabezando el show del “tambaleo desprolijo”, me entretuvo para lograr concretar su cometido?

Siendo tal, el contacto espontáneo con la superficie terrestre...